Mantener la alegría depende en alto grado de nosotros mismos. Es un hábito que vamos construyendo de manera consciente y para lograrlo es fundamental tener muy claro qué es lo que verdaderamente nos hace felices y qué es realmente importante para nosotros. Estas respuestas deberíamos tenerlas de manera tan clara y rápida como responderíamos si alguien nos pregunta dónde vivimos.
Pasamos gran parte de nuestra vida luchando por conseguir deseos que no hemos analizado conscientemente, que pueden no ser necesarios, no darnos felicidad o impedirnos ver y disfrutar de las cosas sencillas que tenemos a la mano. Vale la pena que hagamos una pausa y revisemos si nuestros deseos nos hacen realmente felices, o si somos nosotros mismos quienes nos estamos generando ansiedad, sufrimiento y frustración, enfocándonos en conseguir cosas que nos quitan la paz y la alegría.
Mantener la alegría no es cuestión de tener una vida llena de privilegios. Se han hecho estudios en los cuales se observa que solamente un 10% de los factores que determinan la alegría, tienen que ver con tener bienes materiales, dinero o propiedades. De hecho, la alegría que da el adquirir bienes materiales, solo dura el corto tiempo que nos toma adaptarnos a tenerlos, luego llega el deseo por la siguiente compra. En cambio, darnos el tiempo para compartir con amigos y seres queridos, ha demostrado ser profundamente valioso para nuestra felicidad. Cuando cultivamos la amistad estamos cultivando la felicidad.
Si nos mantenemos enfocados sólo en nuestro trabajo o en las actividades que realizamos, los días se nos pasan sin advertir lo que verdaderamente nos da felicidad, dejamos de observarnos a nosotros mismos, dejamos de ver las sonrisas, la naturaleza, el poder de lo simple. Algunos estudios muestran que la felicidad y la sensación de bienestar se elevan constantemente después de los 50 años. Después de esta edad tenemos mayor sabiduría, necesitamos menos cosas materiales para sentirnos felices y dejamos de buscar la felicidad en factores externos a nosotros.
Debemos entrenar nuestra mente para que se mantenga consciente y atenta a cada pequeña cosa que nos de alegría; para que desarrolle la capacidad de reconocer y celebrar cada uno de nuestros pequeños logros. Esto nos mantiene motivados al observar que vamos avanzando hacia nuestros propósitos. Una conversación informal con amigos, una corta caminata para descansar o compartir un postre con un ser querido, son emociones placenteras, que regocijan y se quedan en nuestro corazón para darnos alegría. Hacer cosas tan sencillas como organizar nuestro escritorio o hacerle un favor a alguien, puede elevarnos el ánimo.
Cultivar en nosotros el hábito de disfrutar y alegrarnos con las cosas simples, nos ayuda a no mantenernos frustrados o contrariados.
Mantengámonos atentos a lo que verdaderamente nos hace felices. Dedicamos tanto esfuerzo y tiempo en adquirir cosas materiales y lograr propósitos de valor externo, que dejamos de ver la grandeza y el poder de lo simple. La verdadera razón para sentirnos alegres y felices, es tener el privilegio de estar vivos.
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混元灵通
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